Morris y Dempsey se divierten en el Camping World.

 

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Orlando City necesitaba, como mínimo, un empate. Uno de los tantos conseguidos en casa para entrar en el grupo de clasificación. Llegaba al compromiso frente a Seattle Sounders no solo con la condición de local, con una afición fiel y constante, sino tras una valiosa y sólida victoria que marcó el debut del técnico Jason Kreis, y conociendo que Nueva Inglaterra se había derrumbado ante Toronto. Eso sin contar que en frente tenía un rival que vive momentos confusos e irregulares que lo tienen peleando cada jornada una casilla de postemporada.

Con todos estos ingredientes se esperaba que los Leones “cocinaran” el encuentro de otra manera, y no que se fueran siendo una presa fácil de Clint Dempsey, Jordan Morris y el uruguayo Nicolás Lodeiro. Al final el 1-3 resultó justo para un equipo que supo ser ordenado tácticamente, que tuvo una zona media eficaz y que aprovechó todas las ventajas defensivas que sigue ofreciendo el equipo púrpura.

La clave de la visita tuvo en lo colectivo su mayor acierto. Si bien hubo jugadores determinantes como Dempsey (que marcó tres goles muy fáciles en su labor de delantero), un Lodeiro rendidor en entrega y generación de ideas, y Morris que se cansó no solo de surtir a Clint sino que contribuyó con dos asistencias más que se estrellaron en los verticales de Bendik, se debe aplaudir la labor de contención por parte de Cristian Roldan, el cubano Osvaldo Alonso y el austriaco Andreas Ivanschitz la cual resultó muy decorosa y eficaz.

Por su parte Orlando dejó en evidencia, una vez más, que tiene serias fisuras en defensa, con una línea lenta y desordenada que requiere no solo de mucho trabajo, sino un par de refuerzos de primer nivel.

Alston y Boden intentan aportar en salida, pero son demasiado lentos cuando regresan y dejan que sean los centrales quienes tengan que ocupar su zona para frenar los avances del rival. De repeso los volantes de marca, que deberían ser los encargados de ocupar estas zonas, ante la ausencia de los encargados, por lo general están a la espalda de los centrales, pero mal parados, eso sin contar que, salvo Carrasco, lo de Nocerino es sumamente penoso. El italiano entrega bien, atrás o adelante, pero bien. Sin embargo, es falto de velocidad y reacción y adolece de una buena cuota de testosterona que le permita pelear cada balón y multiplicarse en la cancha. Es un fiasco total, de talla internacional.

Vale aplaudir los riesgos que asume Kreis, al intentar recomponer la ofensiva con jugadores frescos y de otros recursos, ya que Barry y Shea no aportaban mucho. La presencia de Matías Pérez (quien fue cambiado por Cerén) y el “tanque” (por lo lento) de Baptista, permitió que el conjunto recuperara el útil e intentara algunas maniobras ofensivas, cuando más sumido estaba en la discreción. Llegó también el colombiano Rivas (por Nocerino), pero la fórmula tampoco aportó resultados importantes.

Al final los aficionados, pensando más en el trancón de salida, se fueron desilusionados, y el equipo de casa no solo cedió un invicto de 17 fechas, sino que dejó una sensación de cambio en su filosofía de juego, que es normal, especialmente cuando arriba un nuevo timonel, pero que abre serios interrogantes sobre si existe el tiempo suficiente para llegar a los juegos de postemporada. Se perdió feo, pero la fe no desaparece.

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