Un mundo de locura, a cuadritos y repleto de insensatez

Estamos atrapados en un mundo que nunca imaginamos.

Que complicado se ha vuelto lo que antes era tan sencillo y de poco valor. Caminar con tu perro (si lo tienes), ir al supermercado de compras, ver una película en el cine, asistir al estadio, visitar a tu doctor, doblar rodilla en una iglesia, ir a tomar una cerveza con tu pareja y quizás un poco de baile, visitar a tus amigos etc. Todo se ha tornado en un nudo complejo de desatar, con la gente enmascarada, los incrédulos que no respetan tu obligado espacio, la ausencia de un abrazo o un simple apretón de manos. De sensibilidad en otras palabras.

Lo preocupante es que aún no sabemos dónde estamos y mucho menos hacia dónde nos dirigimos. Esta lluvia de noticias, cada vez más desalentadoras, te ponen los cabellos de punta y tu mirada delirante mientras lees o escuchas una advertencia tras otra.

Las cifras siguen subiendo, los infectados cada día son más, así como los fallecidos sin que nada parezca mejorar. Pero, a pesar de que el constante incremento en todos los guarismos parece no tener freno, lo que preocupa es observar como un gran número de personas no participan de las medidas de bioseguridad ni de un plan común, sencillamente porque no creen o forman parte de la inmensa línea de aquellos que hablan de una conspiración mundial y cien teorías más que se alimentan en el frágil mundo de las especulaciones.

Sin embargo, cuando tienes la oportunidad de escuchar el testimonio de alguien que ha vivido la crisis, que fue atacado por el popular virus y te expresa los problemas que enfrentó para superarlo, te detienes a pensar que, como siempre ocurre, nadie escarmienta por cabeza ajena.

Si esta pandemia fuera el resultado de una manipulación o simplemente la creación de un caos masivo, asumiendo que quienes lo pregonan tuvieran razón, ¡qué importa a esta hora! Lo único cierto, y a lo que debemos ponerle atención, es que la gente se está enfermando y algunos de ellos muriendo. Si esta fuera una pandemia donde los directamente implicados y afectados fueran los niños, es probable que la actitud comunitaria sería distinta. Pero causa dolor observar que son nuestros adultos mayores los grandes sacrificados y algunos se atreven a afirmar que eso es bueno porque se «merma la sobrecarga de pacientes crónicos en los hospitales e inclusive los sistemas de pago por jubilación».

¿En serio se puede pensar de una manera tan miserable, como si quienes miran con frialdad la caída de nuestros viejos nunca lo fueran a ser? ¿En serio hay personas tan bajas de anteponer el dinero a la vida porque consideran, con una mente enfermiza, que no se pierde mucho si una persona envejeciente se muere, cuando han sido ellos, los que hoy son ancianos, los creadores del mundo en el que vivimos? Es el colmo del absurdo, de lo inhumano y ridículo. Pero no me extrañaría que este mismo grupo de personas fuera el que pregona las teorías de conspiración y cuanta barbaridad se les ocurre.

Estamos viviendo en un mundo de cuadritos, digitalizado, frío y de mentiras. En la televisión solo se ven cuadros y más recuadros hablando por las plataformas de comunicación moderna, en los programas de entretenimiento. Los deportes, afanados por el dinero, han dejado de ser espectáculos para convertirse en simples actividades físicas donde unos atletas juegan y defienden sus ingresos mientras el silencio abruma en las graderías. La gente se está casando en ceremonias virtuales y así se hacen los velorios; los doctores atienden de la misma manera y nuestros hijos pasan de la cama al escritorio a recibir sus clases, lo cual es válido como fórmula de salvación temporal, pero si esto no se soluciona pronto la pregunta es ¿hasta cuándo?

Lo preocupante es que algunas personas se sienten cómodas con este distanciamiento, como si la parte social y de integración no fuera vital en la relación de personas donde las sonrisas y muestras de afecto son cada vez más escazas. Nadie puede negar que el dinero hace falta, que nuestros “líderes y maestros” de economía no pueden hacer nada, que pensar en un mundo donde brille el trueque es absurdo, mientras el dinero escasea, pero hoy mas que nunca todos debemos asumir nuestra culpa en este mundo loco que nos rodea y aceptar que el egoísmo sigue siendo la bandera que nos identifica como raza.

Si hacemos lo que nos corresponde y de verdad nos preocupamos los unos por los otros, entonces podemos pensar en retornar a ese mundo que antes era tan normal pero que ahora se ve tan distante. Cuídense, donde quiera que estén y ojalá que cada uno hagamos lo poco que nos corresponde.

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