
Cuando Egan Bernal se coronó campeón del Tour de Francia 2019 y estampó su nombre en la carrera más respetada del calendario ciclístico internacional (edición 106), la locura del país fue total. La gente brincaba y celebraba que el joven zipaquereño, de tan solo 22 años, se hubiera alzado con un trofeo al que muchos han aspirado y pocos han conseguido y donde los cafeteros, con casta, habían sido grandes animadores.
Lo recibieron en casa como héroe, con esas muestras folclóricas tan propias de un país que sabe rendirles tributo a sus titanes, aunque después, con una frialdad pasmosa, se les olvida y con la misma facilidad con que lo idolatran lo atacan (práctica popular de una idiosincrasia rayada en las exageraciones y extremos).
Un año después, cuando participó en el Tour 2020, el mismo Egan, el super héroe, el mejor del mundo, el intocable, el orgullo de un país, se tuvo que retirar en la etapa número 17 (Col de la Loze), llegando a la misma con fuertes dolores de espalda y en una condición física lamentable, después de luchar por varios días a ver si superaba la una adversidad manifiesta, pero con un resultado negativo. Es decir que luchó, hasta lo último, con entereza y profesionalismo y en ese Tour, Bernal, no pudo revalidar su título y mucho menos tuvo fuerzas para dejarse sentir, empezando a perder tiempo y protagonismo terminando en la casilla 19 con más de 19 minutos sobre el esloveno Primo Roglic que comandaba la prueba, a cinco jornadas de la llegada a Paris.
Los problemas que afectaban al colombiano ya estaban presentes desde antes de llegar al giro francés. Sin embargo, como buen guerrero, repito, lo intentó, pero se fue diluyendo poco a poco y en ningún momento, haciendo gala a su humildad, negó la tristeza y el malestar que le producía no poder llenar las expectativas de sus seguidores.

En ese entonces, y de acuerdo con las palabras del mánager general de la escuadra INEOS, Dave Braisfold, “lo mejor era pensar en el bienestar del ciclista y planear su carrera de cara al futuro”, evidenciando sensatez. Sin embargo, como suele suceder, muchos aficionados y cronistas deportivos empezaron a cuestionar las capacidades del ciclista y no faltaron los improperios, las burlas, los memes y todo cuanto pudiera hacerse para reflejar una desazón declarada, sin importar la integridad física y moral del deportista, como si subirse a una bicicleta y pedalear por 22 días, en jornadas largas y extenuantes, y con todos los rigores del clima, fuera algo sencillo para cualquier boludo.
Pero como de eso está lleno el país (por eso estamos como estamos), de gente cantinflesca y tibia, insensible e intolerante, se empezó a hablar de que Egan era solo “flor de un día”, que las “baterías se le habían agotado” y quien sabe cuántas ridiculeces más que brotaban como un manantial, especialmente con esto de las redes sociales que le dan curso a cualquier disparate u ofensa.
Hoy, meses después (porque no se puede hablar de un año), otra vez el jolgorio y el tan mal interpretado y efímero orgullo patrio, vuelve a hinchar el pecho de todo un país por la extraordinaria exhibición de Egan en el Giro de Italia 2021, donde no solo confirmó sus condiciones e invitó a soñar en un futuro prometedor, sino que calló las boca de los tozudos e incoherentes que solo hablan por hablar, desbordando ese veneno que lentamente nos corroe en todas las esferas sociales.
Por lo hecho en tres años como profesional, de lejos, Egan Bernal no solamente debe ser un consentido por todos hoy, mañana y siempre (que no se les olvide), sino que a nadie le puede quedar la más mínima duda que, mientras nadie vuelva a ganar una prueba francesa e italiana combinadas (la tercera será la ibérica), el chico nacido en Zipaquirá es el mejor ciclista de Colombia en toda la historia, porque la misma lo respalda con sus títulos y hazañas.

Ría campeón. Lo hecho ya es histórico y lo que falta por escribir es cuestión de fe. Que nadie dude y se burle de su capacidad !Monstruo!