Por; Jairo A. Castrillón
Con la boca callada, así hemos quedado quienes no dábamos un grano de mostaza por la clasificación de Real Salt Lake City en los juegos de playoffs. Sin embargo, contra todo pronóstico, el equipo de Pablo Mastroeni es finalista de la conferencia Oeste y ahora, para variar, jugará su próximo partido de visitante contra Portland Timbers que los espera con todas las precauciones del caso después de haber noqueado a Seattle y Kansas City. Es que con lo hecho ya nadie sabe qué pensar.

A este punto Real Salt Lake se convierte en revulsivo de un torneo que, afortunadamente, no tiene equipos beneficiados por esos largos y agobiantes calendarios donde se imponen, por lo general, los oncenos con mejores nóminas. Aquí, después de clasificar en la zona, cualquier cosa puede suceder y eso queda demostrado con lo hecho por la escuadra de Utah que fue, hasta faltando diez segundos del alargue, el último de los clasificados el pasado 8 de noviembre donde le ganó al mismo Sporting Kansas City por la mínima diferencia (gol del croata Damir Kreilach al minuto 95).
Dos semanas después (24 de noviembre), Utah visitaba el Lumen Field y enfrentaba a uno de los máximos favoritos. Seattle era, por números, campaña y componentes de plantilla, el equipo llamado a avanzar, pero se quedó en la incertidumbre de los penales tras no concretar una sola de las opciones que creó en 120 minutos. Cuatro días más tarde, en el Children’s Mercy Field, Real Salt Lake City se transformó de sorpresa a finalista. Volvía a enfrentar a Kansas City al que, contrario a lo que sucedió en Seattle, donde no tiró una sola vez a portería, encaró al equipo de Peter Vermes con altura y le sacó la victoria gracias a su mejor labor en una fracción complementaria donde los cambios marcaron la diferencia, en especial el aporte valiosísimo del ecuatoriano Anderson Julio quien con solo 15 minutos en el gramado atacó un balón con la cabeza tras un servicio desde la izquierda de su compañero, el lateral Andrew Brody, y empató lo que a esa altura del partido era merecido (72’). Luego los dirigidos por Mastroeni siguieron teniendo la iniciativa, se la jugaron toda y en una acción agónica que inicia por izquierda el iraní Justin Meram, en los 30 segundos que le quedaban al partido, aparece Bobby Woods (nacido en Honolulu), con un incómodo remate que no solo venció a Melia sino que silenció todo el estadio de manera abrupta y lapidaria. A ese punto se aceptaba una angustiosa prórroga, pero nunca se intuyó que de nuevo le aplicaran la dosis a los dirigidos por Vermes que se quedó helado en la raya mientras el visitante deliraba con lo imposible.
La victoria no solo rompió cualquier vaticinio sino que puso en la vitrina a un equipo con muchos problemas. Real Salt Lake está a la venta y no aparece quien lo compre desde comienzos del año cuando su propietario, Dell Loy Hansen, se fue tras brindar unas declaraciones interpretadas como racistas, lo cual atenta contra las reglas de la MLS.

Sin dueño y con un presupuesto limitado, pues no hay quien invierta más allá de lo que da la liga, muy pocos le dábamos algún chance al conjunto de Mastroeni, especialmente tras la salida voluntaria y sorpresiva del técnico mexicano Fredy Juárez quien decidió dejar de ser “cabeza de ratón para convertirse en cola de león”, al aceptar ser el asistente de Brian Schmetzer en Seattle Soundrs tras la partida de Gonzalo Pineda para Atlanta a mediados de la temporada.
Con un norte confuso y enredado, sumado a una serie de derrotas que mostraban a un equipo desplomándose entre tumbos, asume Mastroeni como interino toda vez que era el asistente de Juárez, a pesar de ya tener un recorrido como estratega oficial cuando dirigió a Colorado.
Sin nada que perder y entendiendo que no había mucha presión por los problemas internos, el nuevo entrenador pone manos a la obra y hoy está a las puertas del cielo con un grupo humano que sigue pensando en grande. Solo que para llegar al título de conferencia y pasar a la gran final, deberán enfrentar a los Timbers de Giovanni Savaresse, con el que no pudieron sacar buena nota en ninguna de las tres confrontaciones durante la temporada regular. En todas ellas, de local o visitante, perdieron siendo escandalosa la del 26 de septiembre donde se fueron con seis goles en el morral. En el más reciente duelo, realizado el 4 de noviembre, cuatro días antes de lograr la épica victoria ante Kansas, habían recibido tres tantos en su propia casa. De allí que pocos le apostáramos a su clasificación y mucho menos a ser finalista.
Mientras Utah sigue soñando, en la ciudad de Portland ya se empieza a trabajar para enfrentar un equipo que de momento tomó ribetes de impredecible al punto de sacar de la línea a dos grandes candidatos en sus propias casas. Fueron dos cachetadas certeras a quienes no creíamos en ellos y apostábamos por su pronta eliminación. Sí, es cierto que Utah tiene un equipo que ganó 14 partidos y perdió la misma cantidad (empató 6); también es cierto que en el 78% de los partidos recibió goles y que tiene una media de 1.58 goles a favor por partido y 1.53 de goles en contra, pero ahora es finalista y las cifra, afortunadamente, son ya una anécdota porque en la historia de los playoffs se escriben otras cosas.