EN ORLANDO CITY YA SE PUEDE HABLAR DE FRACASO DEPORTIVO

1485486Este año quise quedarme en silencio, presenciar desde la lejanía, sin comentar, sin opinar, como a los directivos les gusta. A ellos, a los que dirigen en Orlando City, no les agrada que se hable mal del equipo, no es saludable para sus aspiraciones comerciales. Tampoco le gusta a ningún equipo de la MLS ni a la liga por demás, pero alguien tiene que hacerlo.

El equipo de la “capital de la fantasía” ha terminado su tercera temporada siendo más pobre que las dos anteriores. En el debut, cuando terminaron séptimos con 44 puntos y un 45% de rendimiento, siendo su casa la mayor debilidad, donde perdieron casi todo, por lo menos había la excusa de la frescura y formación de la plantilla en el arranque de la liga profesional.

Un año después (2016), cuando las cosas no mejoraban y se transitaba por la misma ruta de la amargura y la mediocridad, fue despedido el técnico Adrian Heat como directo responsable de la pobre campaña. Se le acusó de falta de trabajo, liderazgo y más. En su reemplazo se trajo a Jason Kreis como salvador de lo insalvable. Al final el club terminó en la octava casilla con 41 puntos y 40% de rendimiento (cinco menos que en el debut).

Para esta temporada se arrancó con una fuerza descomunal, con unos resultados sorprendentes y una posición anhelada en el acumulado general. Se estrenaba casa, estaba llena y el equipo ganaba, que más se podía pedir. Sin embargo, el “globo” empezó a perder altura, se le olvidó ganar, no jugaba bien y hasta rastros de “mala suerte” tuvo, según su timonel. Se cerró el calendario con una penosa goleada en Filadelfia (6×1) y una cosecha de 39 unidades y un 38% de rendimiento, lo que revela (porque a los americanos les gusta las estadísticas para todo), que esta vez se perdió hasta la vergüenza cuando no se admiten responsabilidades. La primera vez todo se aceptaba, pero tres años más tarde, siguiendo por el mismo camino, ya nada admite excusas. Ahora se debe empezar a hablar de fracaso en muchos aspectos y de cambios obligados.

Siempre sostuve que el gran problema, desde el arranque, fue el sector defensivo del equipo. Se necesitaban hombres rápidos, concentrados y con argumentos para resolver. Dos temporadas más tarde se creyó que el problema estaba solucionado con Jonathan Spector, José Aja, Kevin Alston, o el fatídico Seb Heines, entre otros, lo cual no fue así. El técnico tiene que asumir la culpa de sus decisiones y su terquedad. Le gusta jugar con una línea muy rígida en el fondo y cada vez que los contraatacaron les llegaron con riesgo. Por las bandas nació un porcentaje importante de goles y el hecho de que se hayan probado tantas variantes en este sector ayuda a cerrar la conclusión.

Bien, basta mirar los resultados para darse cuenta que el equipo, en tres temporadas, siempre ha terminado con promedio de gol negativo. Es un conjunto que recibe más de cincuenta goles por temporada. Entre 2015 y 2017 recibió 168 goles para un promedio de 1,64, mientras que su ofensiva marco una media de 1,26 por partido. Este desbalance, mirando solamente las frías cifras, revela la descompensación que tiene el equipo en ataque y defensa.

Pero el problema no solo pasa por ahí. También la zona de recuperación tiene serios inconvenientes. El hecho, por citar un solo ejemplo, de ver a un Antonio Nocerino de titular y Servando Carrasco sentado, deja entender que el técnico quiere algo muy distinto a la “lógica” que admite el juego, si es que la tiene.

Ahora que se va Kaká, nada pasará, créanme. Se fue un referente, un buen jugador, con experiencia y nada más. Pueden traer a James si quieren, pero nada cambiará porque “una golondrina no hace un verano”. Este equipo hay que armarlo y trabajarlo desde la zona de contención hacia atrás, con criterio y con una visión real de lo que se tiene y se puede hacer. El día que la defensa admita menos de un gol por partido, así la ofensiva se mantenga en su raquítico promedio, entonces existirá un punto de equilibrio que permita resultados favorables y no mentiras “piadosas”. A trabajar señores que hay una afición, grande y hermosa, leal y alegre, que merece respeto.

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