
Portland no solo es la ciudad más grande de Oregón, sino un destino amable para el turismo. A pesar de su calidez natural, la misma no se caracteriza por la abundancia de latinos, sin querer decir que por allí no anden. Sin embargo, contrario a esta situación, el equipo dirigido por el venezolano Giovanni Savaresse desde 2018 es, tal vez, el conjunto más latino de la MLS, toda vez que en su plantilla se pueden leer nombres como el de los hermanos Diego y Jimmi Chará, Santiago Moreno y Dairon Asprilla de Colombia. Al pie de ellos está el legendario Diego Valeri (uno de los mejores y más respetados en la historia del club), junto a sus connacionales, los también argentinos, Sergio Blanco y Claudio Bravo. La cuota venezolana la conforman Renzo Zambrano y Pablo Bonilla, al lado del paraguayo Cristian Paredes, el chileno Felipe Mora, el tico Marvin Loria y el español Jorge González quien todavía no tiene minutos en esta temporada, sin olvidarnos del peruano Andy Polo. Tal vez la presencia de estos elementos explique por qué en esta final de conferencia contra Real Salt Lake City —sábado a las 6:30 PM en FOX Deportes—será el equipo que la comunidad latina acompaña en la instancia decisiva.
El colectivo de Savaresse tendrá que enfrentar una par de bajas sensibles como la del excelente volante ofensivo Sebastián Blanco (figura en el primer partido de playoffs ante Minnesota con dos golazos); quien no se ha podido recupera de su distensión muscular. Es una lesión que se evalúa día a día, recibiendo un cuidado esmerado del cuerpo médico del club y que podría, con suerte, estar superado para la gran final del 11 de diciembre si logran remontan al cuadro de Utah este sábado. Lo que es seguro es que contra Salt Lake no va.
La semana pasada, cuando enfrentaron a Colorado en la jornada de Acción de Gracias, partido que contó con un índice de audiencia nacional muy importante, después de llegar un día antes en vuelo chárter y con temperaturas bastante bajas, los Leñadores celebraron con gozo la angustiosa victoria obtenida por la mínima diferencia (gol del congoleño Larrys Mabiala en las postrimerías del duelo), pero 24 horas más tarde, de regreso a casa, ya estaban recuperándose y preparándose para conocer y enfrentar a cualquier rival, ya que esa es una de las principales características de este equipo: en ellos hay un compromiso total, un deseo por brindar su mejor esfuerzo, pero por encima de todo la unión y la confianza los ampara. Solo así pudieron superar todas las dificultades que hallaron en el camino antes de llegar a este momento, en medio de las lesiones, convocatorias y demás circunstancias que jugaron en contra, pero que con inteligencia, dedicación y compromiso se pudieron ir superando, cada una a la vez, como tiene que ser. Así como se piensa en la final de la división antes de pensar en cualquier otra cosa.

El Providence Park, casa del equipo, es un estadio mítico y legendario. En él, Pelé no solo jugó su último partido como profesional (no partido de despedida), sino que allí se reúne una afición con mucha tradición e historia: el popular “Ejercito de los leñadores”. Un grupo humano que deliró con el primer y único título obtenido por el equipo desde su arribo a la esfera profesional en 2015, cuando derrotaron a Columbus Crew 2×1 bajo la dirección de Caleb Porter (solo Valeri, Diego Chará y Asprilla sobreviven a ese equipo). Después de haberse clasificado tercero en la temporada regular, dominaron a Salt Lake en la primera fase de postemporada y lo mismo harían con Vancouver en la segunda ronda, ganándole el título de la conferencia a Dallas con un 3×1 en el primer duelo y un empate 2×2 en el segundo (en aquella época se jugaba ida y vuelta).
Para muchos expertos, que conocen de cerca la liga y han tenido la oportunidad de explorar las distintas parcialidades, los seguidores de Portland son, quizás, de los mejores del país. La fiesta, porque relativamente lo es, empieza unas dos horas antes de cada partido dentro y fuera del estadio, así como al remate del compromiso en especial si van saboreando la victoria. No solo es el hecho de haber inventado ese ritual de que un leñador experto conocido hoy como Timber Joey (antes era Tim quien fue el fundador de la idea), le entregue un pedazo del tronco consagrado por la fe deportiva (lo hacen en una ceremonia especial) al anotador de la visita, como un gesto decoroso por su aporte al espectáculo, sino que el aliento desde las tribunas es inclaudicable, por lo que se adiciona una presión extra. De ahí, tal vez, que regresar a su reducto sea clave para el decisivo compromiso este sábado 4 de diciembre. Si lograr sacar la ventaja ante Utah, como muchos esperamos, la continuidad de la prueba, que es la gran final, se mantendría en este recinto sagrado para el equipo, sus seguidores y el fútbol de la MLS.
En el plano deportivo, se ha venido manejando la ansiedad y el estrés de estas instancias con charlas que buscan ubicar al grupo dentro del contexto general, para equilibrar las cargas emocionales que se resumen en una campaña muy buena, llena de momentos complejos pero superados siempre con sencillez. Es tal vez esta la mayor virtud del conjunto como tal: es muy unido, como una familia en toda la extensión de la palabra.

Recibir a Salt Lake City tiene un riesgo doble. Primero porque enfrentan a un equipo que viene liberado de cualquier presión tras llegar a instancias que pocos creían. Para ellos, como lo han dicho abiertamente, “no tienen nada que perder”, pues las expectativas que se tenían eran mínimas después de intentar superar muchos problemas que, inclusive, viene desde adentro.
El segundo riesgo es dejarle que maneje el balón, y esto es sumamente importante porque Portland, por estadística, es un equipo que tiende a dejar que el rival maneje la iniciativa cediéndole el útil. Eso le pasó a Sporting Kansas en el parte complementaria y de allí se empezó a fraguar el desastre que los apeó de la prueba.
En ese duelo, lo hecho en la segunda fracción por Salt Lake City debe ser considerado. En muchas acciones se vio un equipo compacto, con transiciones muy rápidas de afuera hacia adentro y en sentido inverso, y con algunos jugadores que saben marcar diferencia bajo presión, como fue el caso del ecuatoriano Anderson Julio, el veterano iraní Justin Meram y Bobby Woods, entendiendo que el trabajo de la defensa también ha sido sólido. En los playoffs solo han recibido un gol en más de 200 minutos, lo cual invita a reflexionar sobre la labor de elementos como Aaron Herrera por derecha, Justin Glad y el uruguayo Marcelo Silva en el centro y Andrew Brody por izquierda. Todos ellos, en este momento clave, han sacado la casta para defender y patrullar el fondo con propiedad y vergüenza en muchos casos.

Portland, por su parte, ha elaborado un plan detallado para aprovechar sus virtudes individuales y colectiva, a la vez que toman recaudos para mermar o reducir la intención del rival. Definitivamente, como acoté al inicio, no podrán tener a Sebastián Blanco quien mejora día a día, pero no le alcanza para llegar en optimo nivel. Dairon Asprilla, a quien le validaron la tarjeta roja del partido anterior después que se apeló la misma, será otra baja sensible en especial por el buen momento en el que está y la constante salida que ofrece por su sector. Pero, siendo ausentes obligados, Savaresse confía en que los elegidos agotarán hasta la ultima gota de sudor para procurar la meta. Ojalá el análisis sea adecuado y el ejercicio de la tarea se cumpla hasta la última coma (especialmente por las franjas donde más daño les hacen), porque es claro que los Leñadores de Portland, por el componente de su plantilla, por el arraigo de la afición, por un cuerpo técnico que habla español y porque allí todavía hay sueños y ganas de triunfar, será el onceno que los latinos de los Estados Unidos, reitero, alentarán a pesar de la distancia.