La nueva magia del perfume gaucho

Atlanta United, que venía golpeando duro en las primeras cuatro fechas del joven torneo, se encontró el fin de semana una pared inmensa llamada Columbus Crew que los abofeteó feo, tan feo como lo pueden ser seis goles en contra cuando se mira el pizarrón.

Aparte de la humillante derrota, en el terreno quedó sembrada una pregunta: ¿se podría repetir esta histórica goleada si Gonzalo Pineda pudiera alinear a su primer equipo, sin tanto suplente como sucedió esta vez?

Quizás esta sea una pregunta que en el futuro encuentre respuesta, pero de todo lo que aconteció aquella tarde en el gramado del lower.com, lo que más se extrañó fue la magia del «chico maravilla«.  Un pequeñín del nuevo milenio, como quiera que naciese en 2001.  Su figura, como futbolista, no es precisamente la más descollante, en especial cuando estamos acostumbrándonos a ver cada día atletas de mayor peso y volumen muscular. Sin embargo, pese a su 1,71 metros, ya ostenta el rótulo de campeón del Mundo y eso no es poca cosa. Además el seleccionador nacional de su país sabe que en todo proceso de recambio se necesitan jugadores de estas características. Elementos decididos que no se arrugan y que tienen la bondad de acariciar la retina del espectador con su magia y delicada técnica.

Durante el desarrollo de la cuarta fecha del torneo y a la altura del minuto 49 de la primera fracción, es decir jugándose la reposición, se produce una falta a unos 26 metros de la portería de Portland que visitaba al cuadro aurinegro en el siempre majestuoso Mercedes Benz.

El balón es puesto a tierra y detrás de él Thiago Almada se prepara para reclamar un lanzamiento muy complicado por la distancia. El visitante puso cuatro hombres en la barrera, unos cinco metros delante de la semicircunferencia del área y al lado se sitúan tres jugadores más de Atlanta, ligeramente por delante de sus rivales, mientras el artista hace sus cuentas matemáticas. Cuando suena el silbato, Almada toma un ligero impulso de no más de tres pasos y con su pierna derecha despacha un misil que se abre y luego, de manera delicada, se va cerrando, formando una curva hacia adentro, para terminar cruzando la portería por todo el vértice del palo de la mano izquierda de un impotente arquero que con su plasticidad realzó la belleza del momento.

Ese gol de Almada no solo sería el mejor de la fecha, sino que lo impulsaría, por segunda ocasión, en cuatro fechas, como el jugador de la semana en la liga, lo cual refleja lo que está marcando el inicio de temporada para este jovencito de sobrada capacidad.

Thiago Almada es la fotografía real de millares y millares de chicos que pelan a diario por ganarle a la pobreza, a la depresión que los rodea en casi todos los países del continente, siempre ilusionados en un deporte muy humilde que se complica cuando se escala esa misteriosa pirámide de los intereses particulares y el dinero abundante.

Este jovencito creció e ilusionó dentro de un entorno muy complicado de donde salió, coinciden algunos, en el momento justo cuando Vélez decide venderlo por 15 millones de dólares. Una cifra no despreciable para ningún club del continente, pero que más allá del beneficio económico, alejaba al chico de un entorno pesado que, inclusive, lo había tenido envuelto en algunos aspectos judiciales que retrasaron su arribo a la MLS, hasta que los mismos fueron resueltos favorablemente.

Mas allá de haber empezado una carrera profesional a muy temprana edad, la cultura deportiva obliga a pensar en tanto jugador que no puede florecer y mucho menos trascender a pesar de sus capacidades, simplemente porque no tuvieron los pergaminos culturales ni la educación suficiente para ganarle a ese entorno hostil donde se han movido atacados por aquellas necesidades que saben maquillarse entre los dulces rostros de las tentaciones y desaciertos, para confundir los caminos y estropear senderos en el que la gloria parecía ser el único puerto de llegada. Historias que se cuentan por miles y se resuelven contando en los dedos de las manos y es allí donde afortunadamente quedó el futuro de un jugador brillante que brota de esa cantera inagotable que tiene el fútbol gaucho.

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