
Siempre sostendré que si algo bueno le pasó a la MLS fue la elección de un negociante y visionario como Don Garber, quien generó una estructura comercial, y no la de un experto en el juego sin conocimiento alguno de cómo se genera un gran negocio de un gran deporte.
La Super Liga China de Fútbol, concebida pensando en que el dinero era suficiente para sembrar una cultura deportiva “sana” y progresiva, está quebrada e insolvente. Los magnates que antes sacaban monstruosas cifras para seducir a las grandes figuras del fútbol (ya en retiro, valga la aclaración), se cansaron de dilapidar un capital que no encuentra eco en tribunas casi desoladas y con los televisores atendiendo otros canales. Mas fácil, para reafirmar el desinterés, se compran playeras de equipos europeos, que las de los clubes nacionales.
A esta liga no solo la acabó el abandono del aficionado local, sino que se la comió el ego, la falta de planeación y un grupo de “devoradores” de capital que saltan de todas partes del mundo “atacando” las chequeras dispuestas a satisfacer sus enormes apetitos económicos. En esta lista hay jugadores, técnicos y promotores (especialmente), que saben olfatear, como moscas al estiércol, dónde están los ilusos creyentes de que solo los grandes nombres construyen un buen torneo, quedando demostrado que los grandes jugadores (contrario a lo que ellos creen), no son el eje central del espectáculo, sino que forma parte de un engranaje que los necesita, pero en el cual no aportan nada si no hay interés de los espectadores.
Estas “rutilantes figuras” pueden acabar monetariamente un proyecto en cuestión de años como ha quedado demostrado, por eso lo de Garber merece destacarse, porque entendió que antes de causar un desangre monetario en jugadores, como había sucedido a mediados de los 70’s, se necesitaba con urgencia cultivar una imberbe afición y entorno a ella un ambiente idóneo para ir a vivir la fiesta del fútbol.
La liga china, regresando a ella, fue presentada años atrás, por allá en el 2013, y desde que se estableció, literalmente, se han mal gastado billones de dólares intentando sembrar un deporte que no apasiona a todos. Uno de los jugadores de mayor recuerdo, solo por citar un ejemplo, es el argentino Carlos Tevez, de paso por el Shanghái Shenhua en 2017, quien se “ganó” 41 millones de euros al año, algo así como 136 mil dólares a día el jugador, sin importar si estaba o no en la cancha.

Una desfachatez que surge tras el brote de un enorme ego que empezó a afectar a los acaudalados y desmedidos inversionistas por tener lo mejor, sin aportarle capital al desarrollo de las bases menores, y de allí que se tuviera que ir al tope salarial para equilibrar el desaforo monetario generando, de paso, un súbito desinterés por jugar allí.
Por eso aplaudo el trabajo de Don Garber, porque gracias a su gestión aquí en la MLS los participantes siguen aumentando; llegan buenos jugadores, se desarrolla la capacidad de mucho joven; la liga tiene un nivel muy aceptable de juego, es divertida, sana, segura y no se produce el desgaste monetario que todos las “pirañas” del fútbol quisieran.
Aún con Garber a la cabeza, a la MLS todavía le falta, pero para allá va y desde que llegó el Comisionado dejó de ir en picada, como la liga china, para empezar a crecer, a paso lento, pero seguro. A la semilla de la pasión y la devoción, esta liga le apostó hace 20 años a chicos que estaban entre los 6 y los 14 años, por eso hoy existe una afición joven, fresca, vigorosa, mientras que algunos viejos (como yo) le siguen guardando fe a los equipos del país donde nacieron (cosa muy respetable), o mirando de cerca el eterno repetir de las principales ligas de Europa, sin sufrir, por supuesto, siempre apegados a los equipos ganadores, pues todavía no conozco un centro o suramericano, seguidor del Girona, South Hampton, el Elche, Nottingham Forest o Almería.